La historia mas o menos reciente del mundo del fútbol está repleta de casos de jugadores que, con contrato en vigor en su club, desean cambiar de aires en busca de mayor prestigio, éxitos deportivos y, sobre todo, engordar su cuenta bancaria.
Las entidades deportivas realizan inversiones económicas y deportivas año tras año en la adquisición de futbolistas concediéndoles, en la mayoría de los casos, unos contratos de larga duración con unas remuneraciones a corde con el mercado y con las posibilidades financieras que disponen. A cambio, el jugador de fútbol se compromete a prestar sus servicios deportivos al club que religiosamente le paga y, en algunos casos, también se incluyen sus derechos de marketing ó 'imagen' del jugador.
Si todo transcurre en base a la idea inicial basada en el compromiso de jugador y club, la relación entre ambos tendría que pasar por 'días de vino y rosas'. La situación cambia cuando una de las partes, generalmente la parte contratada, desea poner fin a la relación sin el consentimiento de la otra parte, generalmente la parte contratante. Y aquí es donde se vienen a la cabeza diversos casos protagonizados en un pasado más o menos reciente y en la actualidad. Así, Luis Figo, Zinedine Zidane, Rivaldo, Ronaldo, Claude Makelele, David Beckham, Andrey Shevchenko, Mickaël Essien, ..... y más recientemente Robinho y Dimitar Berbatov, se salieron con la suya y consiguieron abandonar sus respectivos equipos para emprender su marcha a otras entidades deportivas en busca de 'mejorar' económica y deportivamente, ó al menos en este último aspecto. Cada caso es un mundo, pero el denominador común en todos ellos es la salida más o menos costosa de los jugadores a cambio de un traspaso puro y duro, en algunos casos, ó del abono de sus clausulas de rescisión, en otros casos.
Existen dos condicionantes para que se pueda ó no llevar a cabo tales operaciones. La primera es la voluntad del club poseedor de sus derechos federativos, ya que dependiendo de diversos factores, tales como la edad del jugador, el precio de adquisición que tuvo, el rendimiento deportivo aportado, el tiempo de contrato que le resta por cumplir, el empaque mediático con que cuente el jugador, su proyección y promoción deportiva, etc... un club puede mostrarse más o menos reacio a traspasar a su jugador. Y la segunda, y la mas importante de las dos, es la capacidad de presión que tenga el jugador para forzar a su club a realizar el traspaso. Aquí hay varios tipos de jugadores, yo diría que tres. Están los jugadores que, en caso de necesidad, llegarían a límites insospechados, incluso llegando a declararse en rebeldía, para que todo llegue a buen puerto en virtud de sus propios intereses, al estilo Makelele, Ronaldo ó el reciente caso de Robinho. En otro grupo aparecen los jugadores que, habiendo realizado una declaración pública de intenciones, por unos u otros motivos no se atreven a dar el último paso de poner a su club contra la espada y la pared, pudiendo concluir todo ello en dos desenlaces bien distintos: que el club claudique y acepte el traspaso ante el negocio económico que les espera, como los casos de Zidane y Shevchenko ó que el club se haga fuerte y se mantenga en sus trece decidiendo la permanencia de su jugador en el club, como ha ocurrido este año en el caso de Cristiano Ronaldo y el año pasado con Daniel Alves, que por no forzar la máquina como en su día lo hicieron los “rebeldes”, se ven obligados a permanecer al menos otro años más en su club, en contra de sus intenciones. Por último, esta el tercer tipo de jugador, ese jugador que por estar agradecido al club que le paga no es ni siquiera capaz de mostrar públicamente su voluntad de abandonar la nave pese a estar 'loco por la música', llegando incluso a dejar de ganar más dinero, y aquí es donde aparecen en escena el nombre de David Villa, como loco por enfundarse la elástica merengue pero sin voluntad para expresarlo en público ó incluso también el nombre de Kakà, tan agradecido al Milán como deseoso de engrosar las filas del Real Madrid con un contrato récord y que nunca fue capaz de mostrarlo abiertamente ante la opinión pública.
Así, en el pulso jugador-club el primero es el que tiene todas las de ganar, siempre y cuando sea capaz de llegar a tensar la cuerda hasta que se acabe de romper, quedando los equipos con el 'culo al aire' y a merced de la voluntad de sus trabajadores a los que les tienen contratados desde y por varios años, quedando dichas relaciones laborales en papel mojado. Y así es como se ha ido Robinho, tensando la cuerda al máximo hasta hacer imposible su continuidad dentro del Real Madrid, pese a que la jugada no le ha salido del todo bien, puesto que se vió obligado a aceptar la oferta del ManCity ante la 'racanería' de Abramovich, que más o menos dejó tirado al jugador. Y así es como no ha venido Cristiano Ronaldo, CR7, al Real Madrid, que pese a haber manifestado públicamente su voluntad por dejar Manchester y jugar en el equipo de sus sueños, el Real Madrid, no fué capaz de plantar cara al Manchester y a Ferguson y declararse en rebeldía, situación que indudablemente hubiese dado con sus huesos en la capital de España, previo pago de un auténtico 'pastizal'. ¿Ó es que hay algún caso en el mundo entero en el que un jugador que se haya atrevido a llegar hasta el final del asunto sea cuales fuere las formas, no se haya salido finalmente con la suya? Sinceramente a día de hoy no se tiene constancia de ninguno.
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